Grecia fue una provincia clave al este del Imperio
romano, ya que la cultura romana fue, de hecho, una cultura greco-romana. El idioma griego
sirvió como lengua franca en el Este y en Italia, y mucho
intelectuales griegos, como Galeno,
desarrollaron la mayor parte de sus trabajos en Roma.
Varios
emperadores mejoraron las ciudades griegas con nuevas construcciones,
especialmente en el Ágora de Atenas. Bajo el Imperio
romano la vida en
Grecia continuó como siempre lo había sido. La cultura romana fue muy
influenciada de forma importante por los griegos; como decía Horacio,
“Grecia cautiva a su salvaje conquistador”. Las epopeyas de Homero inspiraron la Eneida de Virgilio,
y autores como Séneca escribieron con estilo griego. Los
nobles romanos, que paradójicamente veían a los griegos como atrasados e
insignificantes, fueron los principales oponentes políticos de héroes romanos
como Publio Cornelio Escipión el Africano,
que solían estudiar filosofía y veían la cultura y la ciencia griega
como un ejemplo a seguir. Igualmente la mayoría de los emperadores romanos
solían ser pro-griegos. El emperador Nerón visitó Grecia en el 66, y actuó en los Juegos Olímpicos, a pesar
de las reglas contra la participación de los no griegos. Por supuesto, fue
premiado con una victoria en cada competición, y en el año 67 proclamó la libertad de los griegos en
los Juegos Ístmicos en Corinto,
al igual que lo hiciera Flamininio 200 años antes. Adriano también fue muy afectuoso con los
griegos; antes de ser emperador había sido arconte de Atenas.
Mandó construir el Arco de Adriano y tuvo un amante griego, Antínoo.
Al
mismo tiempo, Grecia y la mayoría del oriente romano cayeron bajo la influencia
del cristianismo.
El apóstol Pablo predicó en Corinto y Atenas, y pronto Grecia se convirtió
en una de las áreas más cristianizadas del imperio.
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